Esencial para (al menos) los primeros seis meses de vida, no hay dudas de la importancia de la lactancia. Sin embargo, faltan políticas públicas para asegurar ese alimento básico. El rol del Estado y el sector privado, la necesidad de modificar las licencias por nacimiento, la igualdad de derechos entre géneros y la lactancia como una responsabilidad compartida.
¿La lactancia es solo “materna”? ¿Por qué relacionamos a la alimentación, en general, con las mujeres y a la lactancia, en particular, con las “madres”? ¿La lactancia es un asunto solo de las “madres”?
La Organización Mundial de la Salud y Unicef recomiendan la lactancia a demanda en forma exclusiva desde la primera hora de vida hasta los seis meses cumplidos y, luego, complementar con la incorporación progresiva de alimentos apropiados para la edad, manteniendo la lactancia hasta los 2 años o más.
Esta recomendación apunta a poder sacar máximo provecho de los beneficios de la lactancia, que son múltiples. Los más descritos y conocidos son los que comprenden a la díada: para quien amamanta, la lactancia protege del cáncer de mama y ovario, de la depresión posparto, la anemia, de la hipertensión, la osteoporosis y la artritis reumatoidea; para quien se amamanta, recibe el mejor alimento y el más completo, con todos los elementos que necesita para un crecimiento y desarrollo saludables, que siempre se adapta a las necesidades y es mejor digerida que cualquier otra leche, aporta factores de protección (“anticuerpos”) que protegen (hasta que sea capaz de formar sus propias defensas) contra las enfermedades más comunes, entre ellas las infecciosas (respiratorias, diarreas, etc.), tiene menos probabilidades de padecer, cuando sea grande, enfermedades crónicas como obesidad, diabetes y cáncer.
Sin embargo, hay múltiples beneficios menos mencionados, por ejemplo para empleadores y Estados, por los ahorros en términos económicos que implican los impactos positivos en la salud a corto, mediano y largo plazo. Y una mención especial merecen los que involucran a la salud socioambiental: la leche humana es más segura e higiénica, nunca es de mala calidad, siempre está disponible a la temperatura justa y no requiere ningún envase. Esto significa menos contaminación, menos agua para los procesos productivos, menos plásticos, menos devastación ambiental, entre otras cosas.
El foco está puesto en que la responsabilidad no es únicamente de la persona que amamanta. Si dar el pecho es una responsabilidad compartida, entonces, se debe promover la igualdad de derechos entre géneros a todas las personas con capacidad de gestar y de amamantar y a sus acompañantes. Para poder sostener la lactancia, es necesario el sostén de la pareja, de la familia y de todos los entornos, incluyendo los laborales, que deben adecuarse y propiciar ambientes que contribuyan a esta tarea.
Sin ir más lejos, es urgente revisar los regímenes de licencias por nacimiento. En el caso de licencias por maternidad, éstas imponen un regreso temprano que muchas veces hace que el fin de la licencia termine significando también el fin de la lactancia. El problema, incluso, antecede esta cuestión: el solo hecho de tener la posibilidad de gestar y de hacer uso de esta licencia, muchas veces (hasta) puede condicionar el ingreso a un puesto de trabajo e interferir en las posibilidades de ascenso hacia puestos jerárquicos, aumentando de esta forma las brechas de géneros en cuanto a oportunidades laborales y salariales.
En ocasiones, los entornos laborales boicotean el éxito de la lactancia por propiciar una menor producción de leche (frente a la imposibilidad de extraer la leche en condiciones dignas en los espacios de trabajo que se suma a otros condicionantes como la falta de succión o situaciones de estrés por cuestiones laborales), y la lactancia termina siendo reemplazada o conviviendo con “leches” de fórmulas comerciales (con la consecuente frustración en quienes habían aspirado a poder sostenerla en forma exclusiva hasta al menos los primeros 6 meses de vida).
Por su parte, las licencias por paternidad solo permiten estar presente en el momento del parto y, en el mejor de los casos, los primeros días al regresar al hogar: esto es algo que distintas organizaciones de la sociedad civil vienen reclamando desde hace años.
En este sentido, el Estado también cumple un rol fundamental en garantizar los derechos de las personas a amamantar y ser amamantadas. Es necesario que existan leyes y políticas públicas, aunque no es suficiente contar con regulaciones si luego no se cumplen y terminan siendo letra muerta en un papel.
Es necesario romper estereotipos para que cada quien, desde su lugar, pueda superar las miradas binarias y heteronormativas en pos de acompañar a quienes hayan decidido alimentar a pecho. Parejas, familias, comunidades, empresas, Estados, toda la sociedad: es necesario que cada quien asuma, desde el lugar que ocupa en esta sociedad, la corresponsabilidad que le toca para que todas las personas puedan disfrutar de los necesarios beneficios de la lactancia humana.
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Esta columna es una extracto de: La lactancia, ese asunto que involucra a todes publicada por la agencia de noticias Tierra Viva en 2021. Saludable Saberlo cuenta con autorización de la autora y la agencia para adaptar y reproducir este contenido.