“Mi hijo solo come cosas líquidas, nada sólido, tengo que hacerle licuados de arroz y carne para que se alimente. Ya tiene 7 años, ¿por qué lo sigue haciendo? ¿qué puedo hacer para que cambie?”.
Esas preguntas suelen venir de padres, madres y personas que cuidan a niños o niñas con Síndrome de Asperger, cuando aparece lo que se conoce como “selectividad alimentaria”.
Hoy, 18 de febrero, Día Internacional del Síndrome de Asperger, es importante recordar y educar sobre esta condición, porque, aunque el Manual de los Trastorno Mentales (DSM-5) lo eliminó de su listado en 2013, muchas personas se siguen identificando con el Asperger, pero no con el autismo. Y la selectividad alimentaria puede aparecer en ambas condiciones.
¿Qué es la selectividad alimentaria?
La selectividad alimentaria se caracteriza por tres cosas: la primera es que el niño o la niña solamente quiera comer cosas muy específicas, la segunda es que se niegue a probar nuevos alimentos y la tercera es que comience a tener rituales a la hora de comer.
Es importante resaltar que la selectividad alimentaria no es “preferir ciertos alimentos”. Todas las personas tenemos preferencias: algunas cosas nos gustan mucho, otras menos, y algunas las odiamos.
Pero cuando alguien tiene selectividad alimentaria no prefiere alimentos, sino que se limita a comer cosas muy específicas y se niega con mucha fuerza a probar otras, sin darle la oportunidad, muchas veces, de ver si le gusta o no.
¿A qué se debe la selectividad?
Hay muchas razones. Hay niños o niñas con asperger que tienen “hipersensibilidad”, lo que hace que las texturas de ciertos alimentos les resulten incómodas. Por eso, se limitan a comer cosas que solo tengan ciertas texturas (cremosa, suave) y evitan otras (crujientes, granosas).
Otra explicación es la rigidez que puede darse en el síndrome de Asperger. Cuando aparece, la rigidez hace que quieran hacer las cosas siempre de la misma manera, les dificulta cambiar sus rutinas, y eso puede incluir lo que comen. Esto les lleva a patrones alimenticios siempre iguales y muy limitados.
En otros casos, hay problemas gastrointestinales, que explican por qué se niegan a comer ciertos alimentos (porque les caen mal) y solo prefieren otros (porque les caen mejor).
¿La selectividad alimentaria es mala?
Depende. Si la selectividad alimentaria hace que tenga deficiencias nutricionales, sí, es muy malo. El cerebro y el cuerpo de quienes están en desarrollo necesitan los nutrientes correctos. Y si hay deficiencias nutricionales, su desarrollo estará en desventaja.
Y hay una mala noticia: si no se trabaja, la selectividad alimentaria puede continuar a la adultez en los casos de “Síndrome de Asperger” y del espectro autista. Esto puede afectarles negativamente toda su vida. Ahora bien, si la selectividad alimentaria no provoca deficiencias nutricionales, no pasa nada.
Y aquí encontramos una buena noticia: en un estudio realizado en la Universidad de Asunción, publicado en 2021, se encontró que, aunque más del 53% de las personas autistas podían tener algún grado de selectividad alimentaria, menos del 37% tenía algún tipo de dificultad nutricional, ya fuese desnutrición, sobrepeso u obesidad.
Por tanto, no todos tendrán déficits nutricionales, aunque tengan selectividad alimentaria.
¿Qué hacer entonces?
Simple: si alguien con síndrome de Asperger tiene selectividad alimentaria, debes evaluar lo que come y confirmar si está teniendo deficiencias nutricionales o no.
Esto lo determinan dos especialidades, gastroenterología y nutrición pediátricas, quienes ayudan a investigar si existe alguna causa física que explica la selectividad de ciertos alimentos (por ejemplo, malestar estomacal) y pueden analizar si los afecta negativamente a nivel de riesgos nutricionales.
Cada caso será diferente y, por eso, es muy importante que todos se evalúen cuando hay selectividad alimentaria.
¿Y qué pasa cuando hay deficiencias nutricionales?
¡Ponemos manos a la obra!
Con la nutrición pediátrica, se diseñará un plan alimenticio con cosas que el niño o la niña tolere comer y que, al mismo tiempo, sirvan para compensar las deficiencias nutricionales. A partir del diagnóstico, se decidirá si conviene usar suplementos alimenticios.
Pero no nos quedamos ahí.
Usando el abordaje de profesionales en neuropsicología, terapia ocupacional, entre otras, se comienzan a introducir nuevos alimentos de forma gradual, junto a otros que sí les agraden. Esto facilita que experimenten cosas nuevas.
De igual forma, se experimenta con los mismos alimentos, pero dándole texturas diferentes. Por ejemplo, si no le gusta la manzana en trozos, se le da en puré.
Dependiendo de su edad, también le podemos involucrar en el proceso de preparación de la comida. Esto le puede causar curiosidad y, de forma indirecta, motivarle a probar nuevos alimentos para “ver cómo están quedando” o “cómo mejorarlos”.
Se pueden hacer muchas cosas. La selectividad alimentaria no tiene que durar para siempre ni ser un reto que tarde años en solucionarse. Con una intervención oportuna y respetuosa, podemos resolver el principal problema de la selectividad alimentaria: los retos nutricionales que pudieran aparecer.
Esto, aunque positivo, es un reto para muchas familias que no cuentan con los recursos económicos suficientes para acceder a todos los especialistas necesarios para una correcta intervención. Por ello, es importante que los países puedan garantizar el acceso a una salud integral de calidad a toda la población que lo necesite. Esto puede hacer la diferencia no solo en la vida de las personas con síndrome de Asperger o dentro del espectro autista, sino en el bienestar de las familias en general.