Los productos comestibles y bebibles ultraprocesados tienen un impacto directo en el ambiente: millones de hectáreas desforestadas y destinadas a cultivos industriales (y no para alimentos sanos), el sobreuso de plásticos, el enorme consumo de agua y la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). Son solo algunos de los impactos de una industria que no solo tiene consecuencias negativas en el bienestar humano sino también en la salud del planeta.
«El impacto ambiental de la industria de ultraprocesados radica, por ejemplo, que utiliza jarabe de maíz alto en fructosa para azucarar sus bebidas porque es más barato que azúcar de caña. Además el maíz, que es mayormente transgénico, sirve para producir helados, aceite para freír muy barato y alcohol para producir bebidas alcohólicas más baratas y productos de pastelería industrial», explica Enrique Jacoby, médico con Maestría en Salud Pública y ex viceministro de Salud en Perú.
Y aporta otra conexión con un modelo: «Las semillas transgénicas de maíz son las que más se usan junto con soya y canola (para aceite en primer lugar) en las 250 millones de hectáreas dedicadas a transgénicos, que han sido compradas o usurpadas a campesinos y pequeños agricultores que antes cultivaban alimentos de verdad y muy variados. Esto impactó en los agricultores familiares, que están acechados por corporaciones agrícolas monopólicas gigantes».
Recordó que el Centro de Resiliencia de Estocolmo (Suecia) afirmó que la agricultura industrial (basada en Organismos Genéticamente Modificado -OGM-) «ha empeorado siete de nueve límites planetarios, la agricultura de transgénicos no solo produce para la industria de ultraprocesados sino que es la fuerza industrial responsable de no menos del 40% del cambio climático y sus consecuencias letales para todos los seres vivos».
Está probado que el modelo agroindustrial (a base de transgénicos y pesticidas) tiene directa relación con el desalojo de familias campesinas y pueblos indígenas, con la deforestación y con mayores emisiones de gases de efecto invernadero. Todo en un contexto de creciente crisis climática, donde 2024 fue el año más caluroso de la historia y donde el consenso científico indica que los fenómenos extremos serán cada vez más frecuentes.
Sobreconsumo de agua
El sobreconsumo de agua y ultraprocesados también es un factor de cuestionamiento a las grandes empresas de bebidas azucaradas. A modo de ejemplo, para producir un litro de Coca Cola se utilizan 69 litros de agua, según datos del Laboratorio de Estudios sobre Empresas Transnacionales (LET) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En una investigación titulada «En México no falta agua, sobra chatarra», precisaron que las empresas dedicadas a la producción de ultraprocesados tales como Coca-Cola, Pepsi, Nestlé y Bimbo, entre otras, consumen 133 000 millones de litros de agua al año en sus procesos productivos. «Los resultados de dichos procesos productivos no solo son los problemas a la salud que estos productos causan a las personas, sino también los graves daños al ambiente», señala el Laboratorio de la UNAM.
Hasta para producir agua embotellada se realiza un sobreconsumo del bien común. Según datos de la multinacional Nestlé, para producir un litro de agua embotellada se utilizan 1,9 litros de agua. «Desde la Red de Huella Hídrica (Water Footprint Network) piensan que esos datos no tienen en cuenta el agua empleada en la cadena de suministros, lo cual elevaría hasta los tres litros el agua necesaria para fabricar una botella de medio litro de agua», según el sitio especializado iAgua.
A esto se agrega la sobreproducción (y desecho) de plásticos (hecho a base de hidrocarburos, otro bien común no renovable). Según Naciones Unidas, cada año se producen alrededor de 600 000 millones de botellas de plástico. Enrique Jacoby, desde Perú, complementa: «Las empresas de ultraprocesados son las principales contaminantes de plástico en el mundo y sin dudas el motor de la crisis climática actual».
Otras pruebas científicas
El trabajo científico titulado «Consumo de alimentos ultraprocesados como factor de promoción de las emisiones de gases de efecto invernadero, el agua, la energía y el uso de la tierra», publicado en septiembre de 2023 confirma que «el nivel de procesamiento de los alimentos consumidos debe considerarse no solo para el asesoramiento nutricional sobre la salud, sino también para la protección del medio ambiente». Realizado durante dos años de trabajo con 5800 personas, entrecruzando datos de sus dietas y consumos, concluyó: «El bajo consumo de alimentos ultraprocesados puede contribuir a la sostenibilidad ambiental».
Realizado por el Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciber) y publicado en la revista Science of The Total Environmenty, destaca que «los alimentos ultraprocesados afectan o aumentan el consumo de varios recursos, como son el uso de tierra, de agua y de energía, así como aumentan las emisiones de gas invernadero».
La Clasificación NOVA de alimentos establece cuatro categorías: no procesados o mínimamente procesados, ingredientes culinarios procesados, alimentos procesados, y productos alimenticios y bebidas ultraprocesados.
La investigación del Ciber, realizada con población del sur de Europa, utilizó un enfoque integral donde además del consumo de alimentos se tuvo en cuenta la actividad física de los participantes, datos sociodemográficos y diferentes indicadores de impacto ambiental (como uso de agua, energía y el uso del suelo asociados con los alimentos consumidos).
El trabajo precisa que retoma investigaciones previas de Países Bajos y Brasil. Y concluye: «Este estudio demuestra que un menor consumo de ultraprocesados puede contribuir a la sostenibilidad ambiental en términos de reducción de emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero) y del uso de energía». Aunque también llama la atención, y propone más investigaciones, que se podría incrementar el uso de agua.
Recuerda que una dieta saludable y sostenible, en línea con lo recomendado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, debe basarse en los patrones de dieta tradicionales de cada región apropiados al clima, a los bienes naturales y al patrimonio cultural del lugar.
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