Crear nuevos hábitos para alimentarse de manera más saludable es una premisa que se repite con frecuencia. Sin embargo, de lo dicho al hecho hay un camino que debe incluir apoyos, paciencia y autocompasión. Además de un contexto social, cultural y legal que eviten la interferencia de la industria de los ultraprocesados y los cánones físicos distorsionados.
“La falta de apoyo, expectativas poco realistas, y la autocrítica severa son factores que pueden frustrar el proceso. Por ejemplo, una persona puede sentirse desmotivada si no ve resultados rápidos al comenzar a hacer ejercicio o cambiar su dieta”, señala la psicóloga clínica y especialista en trastornos de la conducta alimentaria Alicia Lombardero.
– ¿Cuáles razones y situaciones pueden mover a las personas a buscar soluciones “milagrosas” e “inmediatas” para perder peso o tener una vida más saludable a partir de la alimentación?
Muchas personas recurren a soluciones «milagrosas» debido a la desesperación por resultados rápidos. Factores como presiones sociales, estándares de belleza irreales, experiencias de discriminación por el peso, y falta de información sobre salud integral, pueden llevar a buscar soluciones inmediatas.
Además, el bombardeo constante en redes sociales por la cultura de dieta nos genera una necesidad de seguir regímenes de pérdida de peso donde la salud no está garantizada. Este entorno promueve la idea de que la delgadez es igual a salud, lo cual es una concepción errónea y peligrosa.
– ¿Cómo podemos empezar a cambiar nuestros hábitos para tener una alimentación más saludable y aumentar la actividad física?
Cambiar de hábitos es un proceso que requiere paciencia y autocompasión. Usualmente, es difícil debido al método; se sabe que las dietas muy restrictivas no son sostenibles en el tiempo y, a largo plazo, no son exitosas. Con cada intento fallido, aumenta la percepción de dificultad y desesperanza.
Sin embargo, métodos como la alimentación intuitiva pueden ser sostenidos en el tiempo, ya que nos ayudan a reconectar con las señales de hambre y saciedad. Además, encontrar actividades físicas que disfrutemos facilita su integración en la rutina. Recordemos que cada pequeño cambio cuenta y el progreso es más importante que la perfección.
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– ¿Cuáles situaciones pueden frustrar un proceso de cambios de hábitos para procurar una alimentación más equilibrada y sana, así como integrar ejercicios físicos? ¿Cómo podemos enfrentar esas situaciones?
La falta de apoyo, expectativas poco realistas, y la autocrítica severa son factores que pueden frustrar el proceso. Por ejemplo, una persona puede sentirse desmotivada si no ve resultados rápidos al comenzar a hacer ejercicio o cambiar su dieta.
Para enfrentarlas, es vital buscar una red de apoyo, ya sea familiar o profesional, que fomente un ambiente positivo. Practicar la autocompasión y recordar que el cambio de hábitos es un camino con altibajos nos ayuda a mantener la motivación. Además, ajustar las metas según nuestras circunstancias personales es clave.
– ¿Es importante contar con apoyo psicológico, además del nutricional, para lograr metas realistas y realizables en cuanto a mejorar la alimentación, perder peso y ejercitarse?
El apoyo psicológico es fundamental porque los hábitos alimentarios están profundamente conectados con nuestras emociones y pensamientos. La terapia puede ayudarnos a manejar la ansiedad, la culpa, y los patrones de pensamiento que sabotean nuestros esfuerzos. Además, los psicólogos también pueden proporcionarnos herramientas para instaurar hábitos que sean sostenibles en el tiempo. Al trabajar tanto la mente como el cuerpo, es más probable alcanzar metas sostenibles y realistas en la alimentación y el ejercicio.
– ¿Por qué cree que el abordaje psicológico no es tomado en cuenta en temas de sobrepeso, obesidad y otras circunstancias que requieren cambios de hábitos en la alimentación?
A menudo, el enfoque en la pérdida de peso se centra exclusivamente en lo físico, dejando de lado la complejidad emocional. Esto ocurre porque hay una falta de educación sobre la conexión mente-cuerpo y una tendencia a buscar soluciones rápidas. Sin embargo, integrar el apoyo psicológico es crucial para abordar las raíces emocionales de los hábitos alimentarios y lograr un cambio duradero.
Importancia de las políticas públicas
Las personas pueden reducir su riesgo vivir con enfermedades no transmisibles limitando la cantidad de grasas y azúcares que consumen, aumentando el consumo de frutas, verduras, cereales integrales y frutos secos, y realizando actividad física regularmente.
Sin embargo, los hábitos alimenticios y de actividad física están en gran medida influenciados por condiciones ambientales y sociales que pueden limitar las opciones personales. Por lo tanto, es esencial proporcionar información, condiciones y apoyo para que puedan tomar decisiones más saludables.
Entre estas medidas están:
- Reforzar las campañas de sensibilización pública y la promoción de dietas saludables desde la atención primaria, incluyendo el apoyo psicológico.
- Promover la actividad física mediante la provisión de estructuras básicas para el ejercicio físico y su inclusión en los programas escolares.
- La educación nutricional debe fortalecerse en todos los niveles y edades. Las escuelas ofrecen un ambiente apropiado para aprender a preparar alimentos saludables y promover hábitos alimenticios saludables.
- Fomentar la venta y suministro de productos frescos mediante políticas multisectoriales que promuevan la producción local (de pequeños productores) y la venta de alimentos no procesados.
- Se debe restringir la publicidad de alimentos no saludables dirigida a los niños.
- Implementar políticas fiscales y regulación de la comercialización y el etiquetado frontal de alimentos (recomendado por la OMS/OPS y avalado por la evidencia).