En América Latina y el Caribe, alrededor de 49 millones de niños, niñas y adolescentes entre 5 y 19 años están en riesgo por un de los factores de mayor incidencia en las enfermedades no transmisibles (ENT), como la diabetes, el cáncer, o las dolencias cardiovasculares, y que es totalmente evitable: el sobrepeso.
Estrategias y políticas públicas han sido planteadas, e implementadas, para enfrentar el sobrepeso y la obesidad en la primera infancia, esfuerzos que implican una educación alrededor de cuáles alimentos ofrecemos a los niños y niñas, y de cómo la relación con ellos es un pilar fundamental de su salud.
“Los alimentos tienen que ser divertidos y saludables, sostenibles. Comer tiene que ser algo que sea disfrutable, porque la comida viene y llena un lugar y un espacio en nuestras vidas que es esencial y básico, que se da desde el primer momento en el que yo estoy pegada al pecho materno de mi madre. Esa sensación de poder nutrirme más allá de lo que me nutro fisiológicamente. A los niños hay que meterlos en un espacio en donde así sea nuestra forma de comer”, reflexiona la nutrióloga mexicana Claudia Hunot Alexander, al conversar con Saludable Saberlo en torno a abordar la alimentación en la niñez como un recurso fundamental en la prevención del sobrepeso y la obesidad temprana.
¿Qué tan importante es el inicio de la alimentación en los bebés en la prevención del sobrepeso o la obesidad temprana?
Es muy importante cuando hablamos de este tipo de temas, como el de la obesidad en niños. Hay que abordarlo desde lo que se consideran “los primeros mil días”. Y esos mil días abarcan los 270 días de la concepción, desde la concepción durante el embarazo, además de los 365 días del primer año y 365 días del segundo año.
Esos mil días se les conoce como una época de programación metabólica. Es más, yo diría que antes del embarazo, porque en realidad es como la genética que trae la mamá, más los hábitos; así como lo del papá, que van a afectar cómo ese bebé es concebido y, por lo tanto, después cómo va a ser su seguimiento a lo largo de su vida.
Aunque no lo va a determinar necesariamente, porque a pesar que tengamos una genética importante, pues no lo va a determinar completamente, pero sí va a ser que de alguna forma lo haga más propenso, en especial si el medio ambiente en el que se encuentra, de alguna manera, no es propicio. Una mamá, por ejemplo, que haya tenido diabetes mellitus gestacional va a traer en sí una carga que puede tener, obviamente, consecuencias, tanto para la madre como para la criatura. Entonces, no podemos hablar de obesidad en niños y niñas sin hablar de todo lo que le ha sucedido antes.
Por lo que hay que tomar en cuenta la historia de salud de su madre y su padre. Porque siempre hablamos del binomio madre-hijo, pero es que no es un binomio, es un trinomio. El papá juega un papel muy importante, también después en los cuidados, que tampoco le toca toda la responsabilidad a la mamá.
«Los alimentos tienen que ser divertidos y saludables, sostenibles. Comer tiene que ser algo que sea disfrutable, porque la comida viene y llena un lugar y un espacio en nuestras vidas que es esencial y básico«.
– A veces inician esta alimentación complementaria antes de los seis meses. Comienzan con alimentos quizás no muy adecuados. ¿Qué consecuencias hay en iniciar antes de los seis meses la alimentación complementaria?
¿Para qué le vamos a dar algo que no necesita? Vamos a empezar por ahí. Y luego ya, estando en una situación en donde ya a los seis meses, por necesidades fisiológicas de que tienen más hambre, de que se pueden sentar, o sea, por situaciones en donde ya también requieren más hierro, porque la leche materna no es una fuente muy rica de hierro. El tema es, ya sea a los cuatro, a los cinco, a los seis meses, qué empiezas a darle de comer a un bebé. Porque si le empiezas a dar azúcar de bebidas endulzadas o juguitos, le pones un hito.
En este contexto que usted explica, ¿cuáles considera que son los retos más importantes, tanto de los Gobiernos como de las familias, para ayudar en esta primera etapa alimenticia de los bebés y los niños menores de cinco años?
A ver, aquí vamos separándolo como por partes. Hay varios factores, uno es el acceso a los alimentos, el acceso y la disponibilidad a ciertos alimentos. Podemos vivir en ciertos “desiertos alimentarios”, en donde haya comunidades de bajos ingresos o en situaciones de inseguridad, en donde lo único que llega son las grandes industrias que venden alimentos procesados, o ultraprocesados, y ese sea como el acceso que tienes, la tiendita de la esquina que vende los paquetes de papas, galletas, refrescos, etcétera. Y entonces, obviamente, eso va marcar mucho las opciones de disponibilidad de la familia.
Muchas veces puede también ser los costos, comprar alimentos frescos también puede ser algo costoso. Ya ni se diga si alguien te pide que sean orgánicos, y que no sean procesados, porque ese es el otro lado de la moneda.
La idea es que cuando pienso en la alimentación en general para todos, pienso en que lo que deberíamos de comer es alimento. Una cosa es que vayas a comprar arroz y frijoles y quesos, que es muy diferente a un paquete de papas, o unas galletas o unos cereales. No es que no sean comida, pero son productos que tienen un grado de procesamiento que también puede afectar a los alimentos, porque contienen, por ejemplo, un exceso de azúcar y de grasas.
Otra cosa muy importante también va a ser la falta de tiempo. ¿Cómo que no le haces esto de comer a tu hijo? Pues, es que no le hago porque tengo tres trabajos. O sea, la alimentación tiene que tener una prioridad en nuestras vidas, en donde nosotros, en todas las rutinas, por ejemplo, muy ocupadas, tengamos un momento, un día de la semana en donde decimos, a ver, esta semana vamos a comer estas cosas, y entonces para eso voy a necesitar comprar estos alimentos y los puedo preparar en tal o cual día.
Comer saludable también requiere que la alimentación sea una prioridad. Estás trabajando y vas a ir a comprar comida preparada o pre empaquetada o fast food, pues que sepas que lo estás haciendo porque eso es la única opción que tienes. Y que también sepas que no va a ser quizás lo más adecuado.
Luego ya entramos a la parte de que también hay mucha falta de educación y conocimiento. Ahí sí toca mucho, tanto de forma individual a las personas, de quererse informar, de tener plataformas como esta que te permitan acceso a información adecuada para que puedan tomar decisiones acerca de qué les van a dar de comer.
Ahora es, obviamente, también a nivel de políticas públicas. Dónde y cómo educamos a esas personas. Porque tampoco todo el mundo tiene acceso con una tradición en la que les digan qué y cómo comer y cuánto, etcétera. En este sentido, eso también va a ser importante.
También hay un peso de la publicidad dirigida a los niños y niñas…
Hay toda una publicidad engañosa acerca de los alimentos ultraprocesados y más en niños, en los horarios en que se permiten, pero ahora están en los teléfonos, en las apps, en los iPads, en los programas de Netflix. En todos lados está metido. Y ellos van mucho más rápido que lo que nosotros podemos modificar a nivel de política pública, pero mucho más rápido, porque tienen mucho más dinero. Sabemos que eso es un tema también enorme, bastante, pues las empresas están metidas también adentro, en la política.
Pero debería de haber también, por ejemplo, políticas públicas de acomodo de venta de productos en los supermercados. No puede ser posible que llegues a la tiendita y estos alimentos están colocados justo al nivel del tamaño de los niños.
– ¿Qué tan influyente es el ambiente social en que los niños y niñas están y la manera en que se alimentan?
El tema de las fiestas infantiles, a ver quién tiene la fiesta infantil más grande, la competencia entre los niños. Y, entonces, si no tienes ciertos alimentos en esas fiestas infantiles y es una competencia, y los padres no hacemos como lo más local. Es un tema cultural, que también es importante.
Hay que pensar siempre en darles comida, en lugar de estar comprando productos para esa fiesta infantil. Vamos pensando en lo que es local. Por ejemplo, aquí en México, tostadas con frijoles y, o sea, hacer unos lonches, pero con comida, no con chicherías. Comer fruta, poder tener agua natural y, bueno, ya das el pastel, y no los llenas de dulces.
Hay que replantearnos también como cultura. ¿Cómo seguimos disfrutando de los alimentos? Porque eso no es negociable, no disfrutar de los alimentos. No es dieta, es alimentos y comer sabroso. Pero, ¿cómo disfrutamos algo que también sea saludable? Y no nada más pensar en lo que es disfrutable.
– A veces inician esta alimentación complementaria antes de los seis meses. Comienzan con alimentos quizás no muy adecuados. ¿Qué consecuencias hay en iniciar antes de los seis meses la alimentación complementaria?
¿Para qué le vamos a dar algo que no necesita? Vamos a empezar por ahí. Y luego ya, estando en una situación en donde ya a los seis meses, por necesidades fisiológicas de que tienen más hambre, de que se pueden sentar, o sea, por situaciones en donde ya también requieren más hierro, porque la leche materna no es una fuente muy rica de hierro. El tema es, ya sea a los cuatro, a los cinco, a los seis meses, qué empiezas a darle de comer a un bebé. Porque si le empiezas a dar azúcar de bebidas endulzadas o juguitos, le pones un hito.
En este contexto que usted explica, ¿cuáles considera que son los retos más importantes, tanto de los Gobiernos como de las familias, para ayudar en esta primera etapa alimenticia de los bebés y los niños menores de cinco años?
A ver, aquí vamos separándolo como por partes. Hay varios factores, uno es el acceso a los alimentos, el acceso y la disponibilidad a ciertos alimentos. Podemos vivir en ciertos “desiertos alimentarios”, en donde haya comunidades de bajos ingresos o en situaciones de inseguridad, en donde lo único que llega son las grandes industrias que venden alimentos procesados, o ultraprocesados, y ese sea como el acceso que tienes, la tiendita de la esquina que vende los paquetes de papas, galletas, refrescos, etcétera. Y entonces, obviamente, eso va marcar mucho las opciones de disponibilidad de la familia.
Muchas veces puede también ser los costos, comprar alimentos frescos también puede ser algo costoso. Ya ni se diga si alguien te pide que sean orgánicos, y que no sean procesados, porque ese es el otro lado de la moneda.
La idea es que cuando pienso en la alimentación en general para todos, pienso en que lo que deberíamos de comer es alimento. Una cosa es que vayas a comprar arroz y frijoles y quesos, que es muy diferente a un paquete de papas, o unas galletas o unos cereales. No es que no sean comida, pero son productos que tienen un grado de procesamiento que también puede afectar a los alimentos, porque contienen, por ejemplo, un exceso de azúcar y de grasas.
Otra cosa muy importante también va a ser la falta de tiempo. ¿Cómo que no le haces esto de comer a tu hijo? Pues, es que no le hago porque tengo tres trabajos. O sea, la alimentación tiene que tener una prioridad en nuestras vidas, en donde nosotros, en todas las rutinas, por ejemplo, muy ocupadas, tengamos un momento, un día de la semana en donde decimos, a ver, esta semana vamos a comer estas cosas, y entonces para eso voy a necesitar comprar estos alimentos y los puedo preparar en tal o cual día.
Comer saludable también requiere que la alimentación sea una prioridad. Estás trabajando y vas a ir a comprar comida preparada o pre empaquetada o fast food, pues que sepas que lo estás haciendo porque eso es la única opción que tienes. Y que también sepas que no va a ser quizás lo más adecuado.
Luego ya entramos a la parte de que también hay mucha falta de educación y conocimiento. Ahí sí toca mucho, tanto de forma individual a las personas, de quererse informar, de tener plataformas como esta que te permitan acceso a información adecuada para que puedan tomar decisiones acerca de qué les van a dar de comer.
Ahora es, obviamente, también a nivel de políticas públicas. Dónde y cómo educamos a esas personas. Porque tampoco todo el mundo tiene acceso con una tradición en la que les digan qué y cómo comer y cuánto, etcétera. En este sentido, eso también va a ser importante.
También hay un peso de la publicidad dirigida a los niños y niñas…
Hay toda una publicidad engañosa acerca de los alimentos ultraprocesados y más en niños, en los horarios en que se permiten, pero ahora están en los teléfonos, en las apps, en los iPads, en los programas de Netflix. En todos lados está metido. Y ellos van mucho más rápido que lo que nosotros podemos modificar a nivel de política pública, pero mucho más rápido, porque tienen mucho más dinero. Sabemos que eso es un tema también enorme, bastante, pues las empresas están metidas también adentro, en la política.
Pero debería de haber también, por ejemplo, políticas públicas de acomodo de venta de productos en los supermercados. No puede ser posible que llegues a la tiendita y estos alimentos están colocados justo al nivel del tamaño de los niños.
– ¿Qué tan influyente es el ambiente social en que los niños y niñas están y la manera en que se alimentan?
El tema de las fiestas infantiles, a ver quién tiene la fiesta infantil más grande, la competencia entre los niños. Y, entonces, si no tienes ciertos alimentos en esas fiestas infantiles y es una competencia, y los padres no hacemos como lo más local. Es un tema cultural, que también es importante.
Hay que pensar siempre en darles comida, en lugar de estar comprando productos para esa fiesta infantil. Vamos pensando en lo que es local. Por ejemplo, aquí en México, tostadas con frijoles y, o sea, hacer unos lonches, pero con comida, no con chicherías. Comer fruta, poder tener agua natural y, bueno, ya das el pastel, y no los llenas de dulces.
Hay que replantearnos también como cultura. ¿Cómo seguimos disfrutando de los alimentos? Porque eso no es negociable, no disfrutar de los alimentos. No es dieta, es alimentos y comer sabroso. Pero, ¿cómo disfrutamos algo que también sea saludable? Y no nada más pensar en lo que es disfrutable.
– ¿Cómo puedo plantear opciones saludables a un niño, que pueda sustituir la oferta de snacks procesados o ultraprocesados?
Hay una estrategia que es para mí la más importante y es el modelaje. Yo no le puedo pedir a mis hijos que coman verduras, si ellos no me ven comiendo verduras. Y no le puedo pedir a mis hijos que no tomen refrescos si eso es lo que yo tomo. Nosotros como padres tenemos una responsabilidad y esa responsabilidad es la de nosotros ofrecer los mejores alimentos que están dentro de nuestro conocimiento, nuestra cultura, nuestra posibilidades, y ofrecer esos alimentos para que nuestros hijos coman.
Establecer rutinas y horarios de alimentación. O sea, aquí en esta casa se desayuna a qué hora. Yo te mando un lunch a la escuela. Algunos comen en la escuela, algunos no. Algunos regresan a comer a su casa. Aquí es la hora de la comida. En la tarde tal vez hay otro break de comida. Y ya en la noche se cena. Y al mismo tiempo también vamos metiéndole, por ejemplo, los horarios de sueño. Y luego vamos trabajando los temas como la actividad física y el de comer sin distracciones, sin pantallas, porque es “que mi hijo no come al menos de que esté enfrente de un iPad”.
Se dice muy fácil también, vamos a hacer comidas familiares, pero con la forma de vida que vivimos es casi imposible. Pero nosotros, los padres, somos responsables de dar esa estructura. También acostumbrar a darle todos los grupos de alimentos, que tu alimentación se parezca mucho a las recomendaciones que todos tenemos a nivel de nuestros propios países, de nuestras vidas. Algunos tenemos platos, cazuelas, diferentes guías. Y todas esas guías de alimentación son muy, muy buenas para cómo se debe de ver un plato servido.
Decir, ah, mira, mi plato debe tener un puño de carne, un puño de algún tipo de grano, cereal, papa o algo. Y luego, la mitad del plato en proporción al tamaño del hijo, no el mismo plato que un adulto, de verduras, y después carne o una fuente de proteína. Cuando tú ves esas imágenes, sí funcionan y son muy importantes y son los instrumentos que tenemos para dar educación. Entonces, mi responsabilidad como padre es dar eso. Si te fijas, esas imágenes no tienen una bolsa de papas o un juguito, sino agua natural.
Ahora, no vas a prohibir tus hijos. Porque si uno prohíbe las cosas, lo único que hacen los hijos es van y se comen las cosas escondidas. Eso nunca nos va a funcionar ni nos va a servir.
– ¿Considera que sería bueno que esa responsabilidad de los padres también incluyera su participación en el tema de la alimentación en los centros educativos?
robablemente sí. Creo que se tiene que encontrar la forma de cómo trabajar esto en conjunto. Y que podamos pensar en que esto es necesario para el bienestar de nuestros hijos. Necesitamos hacer un esfuerzo e invitar también a los profesionales, los expertos, los nutricionistas, los profesionales de la salud, que también de alguna forma ayuden a balancear los alimentos.
Es un trabajo monumental, porque es un trabajo de educación. Con toda la información, también hay que hacer mucho por los padres, apoyarlos, quitarnos culpas, y también hay que trabajar sobre otras cosas. Por un lado tenemos los temas de inseguridad alimentaria y, por otro lado, los temas de los privilegios y de la cultura de la dieta, en donde también tenemos padres, por ejemplo, que están obsesionados por tener ciertas figuras y alcanzar ciertos estándares de belleza.
Si te digo que una de las estrategias más importantes para la alimentación de un hijo es el modelaje que le den los padres, imagínate que ese modelaje sea que tu mamá todo el día está insatisfecha con su cuerpo. ¿Qué va a querer hacer ese niño o esa niña? Pues todo el día estar a dieta.
Ahí están los dos extremos, porque aunque hablamos mucho del tema de evitar la obesidad, también a veces se tiende a irse al otro extremo, porque estamos teniendo problemas serios, sobre todo en las niñas, con el tema de la bulimia o la anorexia. Están desarrollando ese tipo de cosas precisamente por ese extremo que llevan. Pero no pienses que es un tema nada más de niñas. Hay niños. Y tampoco es un tema de niñas ricas. También afecta a toda cultura. Tenemos, por la forma como se han estudiado este tipo de trastornos de conducta alimentaria, mucha desinformación.
Y la otra cosa que me gustaría decir es que no vamos hablar de la patologización de las conductas alimentarias, porque en realidad el grupo que sí tiene anorexia y bulimia puede ser muy bajo, pero el grupo de niños que pudieran desarrollar conductas alimentarias de riesgo, como querer ponerse a dieta, querer hacer demasiada actividad física para modificar su imagen corporal, o quererse poner un día a vomitar, o hacerlo porque lo hacen otros, eso puede ser más común.
Pero no es ya tener un trastorno de conducta alimentaria, porque, ojo, estamos hablando de dos cosas diferentes y tampoco queremos meternos en ese lenguaje. Porque nada más les damos malas ideas que no necesitan.
– Con respecto a la obesidad, ¿cuáles son los principales problemas que provoca una obesidad temprana en una persona?
Las consecuencias pueden ser muchas. Problemas desde el crecimiento y el desarrollo, como no tener una estatura adecuada. También las consecuencias de la obesidad en niños son las mismas que la de los adultos. Lo que pasa es que tendemos a pensar que eso no les va a pasar hasta después. Vemos que hay resistencia a la insulina desde muy chicos, que pueden desarrollar diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, o sea, problemas de todo tipo, por ejemplo, con enfermedades de hígado y problemas del hipotiroidismo.
– ¿Qué criterios entiende que como comunidad, así como los Estados, se deberían priorizar para prevenir la obesidad y el sobrepeso en niños y niñas?
Es como un poco de lo macro a lo micro. Porque tenemos a nivel de política pública cuestiones para que coman mejor, por ejemplo, todo lo que es impuestos a refrescos y a productos ultraprocesados, o productos que contengan como mucha azúcar. Además del etiquetado de los alimentos.
También la evidencia. Aquí en México, se pusieron etiquetas en los alimentos de advertencia, las compañías producen un alimento que tiene menos azúcar, que puede ser bueno, pero al mismo tiempo sigue siendo un producto que quizás no necesita comer un niño. Entonces también está lo del uso de las caricaturas en los envases.
Ese es un paso, pero luego el otro paso es cómo le hago para poder evitar la mercadotecnia de los alimentos. Y eso es, pues, un tema también enorme, porque se requiere de muchísima legislación. En algunos países, como en Inglaterra, se ha podido reducir cuáles comerciales de estos productos no se puedan ver hasta después de las nueve de la noche, que se supone que los niños ya deberían estar acostados.
Ahora, una cosa es la televisión y otra cosa son las redes sociales. Y en las redes sociales, que no es mi tema, pero hasta donde sé no hay ese control. Y en esta época ya la televisión no les interesa, y lo único que les interesa es para conectar lo que sea que tienen ganas de ver desde el teléfono, el programa de YouTube, o el juego, y en todos ellos entra esta publicidad.
Esto es un tema terrible. Creo que esto es un tema también de sociedad, en donde no nos damos cuenta realmente del impacto que esto tiene, no solo en la alimentación, sino en la salud mental sobre los niños, de adicciones a los mismos juegos, a ciertos alimentos, a bebidas.
Tiene que existir algún cambio realmente de la sociedad. Es como lo de las botellas de plástico no reciclables. Ha sido difícil reciclarlas siempre, pero nunca se nos dijo que realmente eso era un problema y, por lo tanto, nunca se hizo nada al respecto y ahora tenemos unos problemas terribles de basura y de agua potable. ¿Por qué nos tenemos que esperar? ¿Por qué nos tendríamos que esperar hasta que ya estén las islas de plástico en nuestras narices?
Mi recomendación finalmente es que cuando pensemos en comida, pensemos en alimentos. Pensamos en que los alimentos tienen que ser divertidos y saludables, sostenibles. Comer tiene que ser algo que sea disfrutable, porque la comida viene y llena un lugar y un espacio en nuestras vidas que es esencial y básico, que se da desde el primer momento en el que yo estoy pegada al pecho materno de mi madre. Esa sensación de poder nutrirme más allá de lo que me nutro fisiológicamente. A los niños hay que meterlos en un espacio en donde así sea nuestra forma de comer. Hay que involucrarles en tratar de que coman y preparen alimentos junto con nosotros para que aprendan a tocar y a sentir las texturas.
Y sentir los alimentos y aprender las diferentes variedades. Y eso, otra vez, te digo, desde el privilegio, porque eso requiere de tiempo y requiere de espacios. Y también la sociedad que hemos construido, que es un mundo loco, que lo que quieren es que tengamos una televisión en cada cuarto, más dos coches.
O sea, como la vorágine de la economía que requiere que todo el tiempo estemos comprando cosas que nos ha hecho a los padres, a los dos, tener que trabajar para poder sostener y mantener como todo esto. El cambio tiene que ser desde la sociedad, porque hay un juicio también y una crítica que no ayuda, porque estamos muy acostumbrados, estamos muy metidos en este tren.
También hay que educar a los niños sobre los alimentos y hay diferentes maneras de educar sobre alimentos que no tienen que ser darle una clase a alguien de los macronutrientes y los micronutrientes, sino a través del placer de comer y de ir preparando alimentos. Creo que puede ser como más efectivo. Los niños son muy de verlo desde las manualidades. Se les enseña la motricidad fina desde pequeños y porqué no hacerlo también con los alimentos, esos son unos buenos ejercicios, eso lo introduce también a ser parte de su proceso de alimentación, de saber elegir.
– ¿Cómo puedo plantear opciones saludables a un niño, que pueda sustituir la oferta de snacks procesados o ultraprocesados?
Hay una estrategia que es para mí la más importante y es el modelaje. Yo no le puedo pedir a mis hijos que coman verduras, si ellos no me ven comiendo verduras. Y no le puedo pedir a mis hijos que no tomen refrescos si eso es lo que yo tomo. Nosotros como padres tenemos una responsabilidad y esa responsabilidad es la de nosotros ofrecer los mejores alimentos que están dentro de nuestro conocimiento, nuestra cultura, nuestra posibilidades, y ofrecer esos alimentos para que nuestros hijos coman.
Establecer rutinas y horarios de alimentación. O sea, aquí en esta casa se desayuna a qué hora. Yo te mando un lunch a la escuela. Algunos comen en la escuela, algunos no. Algunos regresan a comer a su casa. Aquí es la hora de la comida. En la tarde tal vez hay otro break de comida. Y ya en la noche se cena. Y al mismo tiempo también vamos metiéndole, por ejemplo, los horarios de sueño. Y luego vamos trabajando los temas como la actividad física y el de comer sin distracciones, sin pantallas, porque es “que mi hijo no come al menos de que esté enfrente de un iPad”.
Se dice muy fácil también, vamos a hacer comidas familiares, pero con la forma de vida que vivimos es casi imposible. Pero nosotros, los padres, somos responsables de dar esa estructura. También acostumbrar a darle todos los grupos de alimentos, que tu alimentación se parezca mucho a las recomendaciones que todos tenemos a nivel de nuestros propios países, de nuestras vidas. Algunos tenemos platos, cazuelas, diferentes guías. Y todas esas guías de alimentación son muy, muy buenas para cómo se debe de ver un plato servido.
Decir, ah, mira, mi plato debe tener un puño de carne, un puño de algún tipo de grano, cereal, papa o algo. Y luego, la mitad del plato en proporción al tamaño del hijo, no el mismo plato que un adulto, de verduras, y después carne o una fuente de proteína. Cuando tú ves esas imágenes, sí funcionan y son muy importantes y son los instrumentos que tenemos para dar educación. Entonces, mi responsabilidad como padre es dar eso. Si te fijas, esas imágenes no tienen una bolsa de papas o un juguito, sino agua natural.
Ahora, no vas a prohibir tus hijos. Porque si uno prohíbe las cosas, lo único que hacen los hijos es van y se comen las cosas escondidas. Eso nunca nos va a funcionar ni nos va a servir.
– ¿Considera que sería bueno que esa responsabilidad de los padres también incluyera su participación en el tema de la alimentación en los centros educativos?
robablemente sí. Creo que se tiene que encontrar la forma de cómo trabajar esto en conjunto. Y que podamos pensar en que esto es necesario para el bienestar de nuestros hijos. Necesitamos hacer un esfuerzo e invitar también a los profesionales, los expertos, los nutricionistas, los profesionales de la salud, que también de alguna forma ayuden a balancear los alimentos.
Es un trabajo monumental, porque es un trabajo de educación. Con toda la información, también hay que hacer mucho por los padres, apoyarlos, quitarnos culpas, y también hay que trabajar sobre otras cosas. Por un lado tenemos los temas de inseguridad alimentaria y, por otro lado, los temas de los privilegios y de la cultura de la dieta, en donde también tenemos padres, por ejemplo, que están obsesionados por tener ciertas figuras y alcanzar ciertos estándares de belleza.
Si te digo que una de las estrategias más importantes para la alimentación de un hijo es el modelaje que le den los padres, imagínate que ese modelaje sea que tu mamá todo el día está insatisfecha con su cuerpo. ¿Qué va a querer hacer ese niño o esa niña? Pues todo el día estar a dieta.
Ahí están los dos extremos, porque aunque hablamos mucho del tema de evitar la obesidad, también a veces se tiende a irse al otro extremo, porque estamos teniendo problemas serios, sobre todo en las niñas, con el tema de la bulimia o la anorexia. Están desarrollando ese tipo de cosas precisamente por ese extremo que llevan. Pero no pienses que es un tema nada más de niñas. Hay niños. Y tampoco es un tema de niñas ricas. También afecta a toda cultura. Tenemos, por la forma como se han estudiado este tipo de trastornos de conducta alimentaria, mucha desinformación.
Y la otra cosa que me gustaría decir es que no vamos hablar de la patologización de las conductas alimentarias, porque en realidad el grupo que sí tiene anorexia y bulimia puede ser muy bajo, pero el grupo de niños que pudieran desarrollar conductas alimentarias de riesgo, como querer ponerse a dieta, querer hacer demasiada actividad física para modificar su imagen corporal, o quererse poner un día a vomitar, o hacerlo porque lo hacen otros, eso puede ser más común.
Pero no es ya tener un trastorno de conducta alimentaria, porque, ojo, estamos hablando de dos cosas diferentes y tampoco queremos meternos en ese lenguaje. Porque nada más les damos malas ideas que no necesitan.
«Hay que educar a los niños y a las niñas sobre los alimentos… no tienen que ser darle una clase a alguien de los macronutrientes y los micronutrientes, sino a través del placer de comer y de ir preparando alimentos.»
– Con respecto a la obesidad, ¿cuáles son los principales problemas que provoca una obesidad temprana en una persona?
Las consecuencias pueden ser muchas. Problemas desde el crecimiento y el desarrollo, como no tener una estatura adecuada. También las consecuencias de la obesidad en niños son las mismas que la de los adultos. Lo que pasa es que tendemos a pensar que eso no les va a pasar hasta después. Vemos que hay resistencia a la insulina desde muy chicos, que pueden desarrollar diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, o sea, problemas de todo tipo, por ejemplo, con enfermedades de hígado y problemas del hipotiroidismo.
– ¿Qué criterios entiende que como comunidad, así como los Estados, se deberían priorizar para prevenir la obesidad y el sobrepeso en niños y niñas?
Es como un poco de lo macro a lo micro. Porque tenemos a nivel de política pública cuestiones para que coman mejor, por ejemplo, todo lo que es impuestos a refrescos y a productos ultraprocesados, o productos que contengan como mucha azúcar. Además del etiquetado de los alimentos.
También la evidencia. Aquí en México, se pusieron etiquetas en los alimentos de advertencia, las compañías producen un alimento que tiene menos azúcar, que puede ser bueno, pero al mismo tiempo sigue siendo un producto que quizás no necesita comer un niño. Entonces también está lo del uso de las caricaturas en los envases.
Ese es un paso, pero luego el otro paso es cómo le hago para poder evitar la mercadotecnia de los alimentos. Y eso es, pues, un tema también enorme, porque se requiere de muchísima legislación. En algunos países, como en Inglaterra, se ha podido reducir cuáles comerciales de estos productos no se puedan ver hasta después de las nueve de la noche, que se supone que los niños ya deberían estar acostados.
Ahora, una cosa es la televisión y otra cosa son las redes sociales. Y en las redes sociales, que no es mi tema, pero hasta donde sé no hay ese control. Y en esta época ya la televisión no les interesa, y lo único que les interesa es para conectar lo que sea que tienen ganas de ver desde el teléfono, el programa de YouTube, o el juego, y en todos ellos entra esta publicidad.
Esto es un tema terrible. Creo que esto es un tema también de sociedad, en donde no nos damos cuenta realmente del impacto que esto tiene, no solo en la alimentación, sino en la salud mental sobre los niños, de adicciones a los mismos juegos, a ciertos alimentos, a bebidas.
Tiene que existir algún cambio realmente de la sociedad. Es como lo de las botellas de plástico no reciclables. Ha sido difícil reciclarlas siempre, pero nunca se nos dijo que realmente eso era un problema y, por lo tanto, nunca se hizo nada al respecto y ahora tenemos unos problemas terribles de basura y de agua potable. ¿Por qué nos tenemos que esperar? ¿Por qué nos tendríamos que esperar hasta que ya estén las islas de plástico en nuestras narices?
Mi recomendación finalmente es que cuando pensemos en comida, pensemos en alimentos. Pensamos en que los alimentos tienen que ser divertidos y saludables, sostenibles. Comer tiene que ser algo que sea disfrutable, porque la comida viene y llena un lugar y un espacio en nuestras vidas que es esencial y básico, que se da desde el primer momento en el que yo estoy pegada al pecho materno de mi madre. Esa sensación de poder nutrirme más allá de lo que me nutro fisiológicamente. A los niños hay que meterlos en un espacio en donde así sea nuestra forma de comer. Hay que involucrarles en tratar de que coman y preparen alimentos junto con nosotros para que aprendan a tocar y a sentir las texturas.
Y sentir los alimentos y aprender las diferentes variedades. Y eso, otra vez, te digo, desde el privilegio, porque eso requiere de tiempo y requiere de espacios. Y también la sociedad que hemos construido, que es un mundo loco, que lo que quieren es que tengamos una televisión en cada cuarto, más dos coches.
O sea, como la vorágine de la economía que requiere que todo el tiempo estemos comprando cosas que nos ha hecho a los padres, a los dos, tener que trabajar para poder sostener y mantener como todo esto. El cambio tiene que ser desde la sociedad, porque hay un juicio también y una crítica que no ayuda, porque estamos muy acostumbrados, estamos muy metidos en este tren.
También hay que educar a los niños sobre los alimentos y hay diferentes maneras de educar sobre alimentos que no tienen que ser darle una clase a alguien de los macronutrientes y los micronutrientes, sino a través del placer de comer y de ir preparando alimentos. Creo que puede ser como más efectivo. Los niños son muy de verlo desde las manualidades. Se les enseña la motricidad fina desde pequeños y porqué no hacerlo también con los alimentos, esos son unos buenos ejercicios, eso lo introduce también a ser parte de su proceso de alimentación, de saber elegir.