Para algunos, las bebidas energéticas son iguales que las rehidratantes e incluso resultan mejor que beber agua. Hay quienes las consideran un complemento para aumentar su rendimiento y quienes las consumen como una alternativa a cualquier otra bebida. Sin embargo, debido al interés de tener un mejor desempeño en la vida, así como la idea de competitividad, han surgido una serie de mitos alrededor de su consumo.
Mito 1. “Las bebidas rehidratantes o deportivas y las bebidas energéticas son lo mismo”
Bebidas deportivas: contienen 50 a 90% de energía (75-140 kcal por 240 ml) de las contenidas en refrescos con azúcar y proveen pequeñas cantidades de sodio, cloruro y potasio, calcio y magnesio. Estas bebidas están formuladas para atletas de alta resistencia y no son útiles o importantes para otros atletas o individuos que hacen ejercicio. La Sociedad Americana de Nutrición recomienda que estas bebidas sean consumidas por adultos de manera eventual, excepto en los casos de atletas de resistencia, ya que proporcionan energía. Se clasifican en hipertónicas, isotónicas e hipotónicas.
Bebidas energizantes: tienen ingredientes estimulantes, como cafeína, guaraná, vitaminas, sodio y aminoácidos, por ejemplo, taurina. Las bebidas energizantes e hidratantes son saborizadas y aunque el término “energía” puede tener implicaciones calóricas, se refieren a la recuperación de la fuerza y disminución de la fatiga. Esta bebida no intenta compensar la pérdida de agua y minerales debido a la actividad física. En ningún caso, el consumo de cualquiera de las dos resulta más beneficioso que el beber agua natural.
Mito 2. “Las bebidas energéticas aumentan mi rendimiento físico”
Las bebidas energéticas ingeridas en pequeñas dosis (250 ml al día) pueden aumentar el rendimiento físico y pueden sustituir tomar un par de tazas de café. La cafeína es estructuralmente similar a la adenosina y puede unirse a sus receptores inhibiendo así la funcionalidad, que es la de inducir el sueño. Este bloqueo da como resultado una mayor secreción de catecolaminas, lo que estimula el sistema nervioso central y hace que el consumidor tenga la percepción de un aumento de energía.
El efecto de la cafeína se puede sentir solo con dosis moderadas y se nota rápidamente porque se absorbe fácilmente, por ejemplo, posterior a 15 minutos después de su consumo en el caso de personas sensibles a la cafeína y en 60 minutos para quienes no presentan sensibilidad. A largo plazo, las bebidas energéticas (por sí solas) o el uso de cafeína sostenido por periodos prolongados pueden ocasionar sensación de fatiga, irritabilidad, insomnio y falta de concentración, así como efectos físicos como alteraciones cardiovasculares y gastrointestinales.
Mito 3. “Las bebidas energizantes no causan obesidad”
La cantidad de kilocalorías que aportan las bebidas energizantes son variables. La recomendación de la OMS de ingesta de azúcares diarios en un adulto que es de 25 gramos, y algunas de estas bebidas llegan a tener desde 39.7gr hasta 50.4gr de azúcar por envase. La composición nutricional de las bebidas energéticas es similar a otros refrescos en cuanto aporte de calorías e hidratos simples o azúcar libre, pero con cantidad mayor de sodio y cafeína. En otros casos, también se trata de bebidas concentradas en calorías vacías ya que no aportan nutrientes para el organismo. Estos azúcares se absorben rápidamente, su efecto adictivo es riesgoso y se encuentra potenciado por la cafeína que se absorbe al momento de ser ingerida.
Mito 4. “Las bebidas energizantes no son dañinas”
Consumidas en exceso, las bebidas energéticas sí podrían afectar la salud. Incrementan las probabilidades de sufrir algún tipo de trastorno metabólico, cardíaco o nervioso como consecuencia de la sobredosis de cafeína y la interacción de sus ingredientes. Los efectos leves o mínimos que provocan son: insomnio, ansiedad, nerviosismo, palpitaciones o aumento del ritmo cardíaco.
Mito 5. “Consumir bebidas energizantes reduce el efecto del alcohol”
En combinación con alcohol, las bebidas energéticas generan control conductual deficiente por una percepción errónea o equivocada de tener una supuesta capacidad de tomar decisiones, bajos los efectos del alcohol. También produce un estado que se ha denominado “borrachera despierta”, que induce a ocasiones más prolongadas de consumo excesivo de alcohol y participación en comportamientos de riesgo. En el caso de los adolescentes que consumen alcohol y bebidas energéticas para “mantenerse enfocados”, pueden sentir la necesidad de tomar estas bebidas en exceso para mantener el efecto, y con ello según diversos estudios puede aumentar los niveles de cafeína, lo que puede poner a la persona en riesgo de afecciones cardiovasculares, como taquiarritmias y aumento de la presión arterial, además de otros efectos a largo plazo, como irritabilidad y cefalea.
Mito 6. “Las bebidas energéticas mejoran el desempeño académico y el rendimiento cognitivo”
Los consumidores de bebidas energéticas por periodos prolongados de tiempo tienen una probabilidad significativamente mayor de presentar riesgo académico, por ejemplo, falta de interés, desconcentración, bajas calificaciones y bajo rendimiento en tareas académicas, dificultad con las figuras de autoridad. La evidencia científica indica que hay una mayor tendencia al consumo de bebidas energéticas en estudiantes con un rendimiento escolar más bajo, que tienen bajo nivel de supervisión parental, e influencia negativa de sus pares. También se ha identificado que los factores de riesgo son bidireccionales, es decir, una mayor tendencia al consumo de este tipo de bebidas es factor de riesgo para un bajo rendimiento académico, así como el bajo nivel académico puede aumentar el riesgo de su consumo en cantidad y frecuencia.
*Información tomada del informe “¿Qué dice la ciencia sobre las sustancias psicoactivas? Bebidas Energizantes”. Primera edición: diciembre 2022. Instituto de Ciencias de la Salud; Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo; y Comisión Nacional contra las Adicciones