Los Juegos Olímpicos de 2024: pongamos fin a la hipocresía sanitaria

Los Juegos Olímpicos nunca dejan de ofrecer historias remarcables. La gimnasta estadounidense Simone Biles recupera un montón de medallas de oro tras retirarse de los Juegos de Tokio 2020. León Marchand, compitiendo en su propio país, convirtiéndose en el primer nadador en ganar dos oros individuales en una noche desde 1976. Julien Alfred gana los 100 m para conseguir la primera medalla olímpica de Santa Lucía. Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, que comienzan el 28 de agosto, son una celebración mundial de los logros humanos, que brindan inspiración y entretenimiento a muchos.


El Comité Olímpico Internacional (COI) cuenta sus propias historias inspiradoras: sobre cómo los Juegos Olímpicos pueden fomentar la actividad física, desarrollar un legado social y ambiental, dar ejemplo en ciudadanía corporativa y fortalecer el papel del deporte en apoyo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Un acuerdo de cooperación entre el COI y la OMS, renovado este año, habla de dedicación a la política y la acción de promoción de la salud, y de contribuir a la prevención de enfermedades no transmisibles. Son ideales admirables. ¿Hasta qué punto los Juegos están a la altura de ellos?

Los activistas y expertos en salud tienen toda la razón al denunciar la hipocresía del destacado patrocinio de Coca-Cola de los Juegos Olímpicos. Como explica un Informe Mundial en este número, una nueva campaña -Kick Big Soda Out of Sport- pide que se ponga fin al patrocinio de los eventos deportivos por parte de los fabricantes de refrescos, empezando por la asociación de Coca-Cola con los Juegos. El consumo de bebidas azucaradas está contribuyendo a aumentar las tasas de diabetes, obesidad y enfermedades cardiovasculares, causando un estimado de 3,6 millones de años de vida ajustados por discapacidad y 75 700 muertes en 2021. Los fabricantes de refrescos han hecho intentos concertados para socavar los esfuerzos de salud pública para reducir estos daños a través de impuestos al azúcar.

Al ver el logotipo de Coca-Cola junto a las promesas del COI de fomentar la actividad física, uno no puede evitar ver los Juegos como cooptados en una narrativa de la industria que ha restado importancia a la importancia de la dieta para la salud y, en cambio, pone el énfasis exclusivo en el ejercicio. Del mismo modo, es imposible conciliar las promesas del COI sobre la salud con la destacada asociación de los Juegos con AB InBev, la cervecera más grande del mundo.

Los Juegos Olímpicos hacen mucho hincapié en su legado previsto de fomentar la actividad física; París 2024 no es diferente. La idea de que el espectáculo de los Juegos inspirará a los espectadores a modificar sus estilos de vida y mejorar la actividad física
de la población carece de pruebas sólidas. En cambio, según los autores de la tercera serie de The Lancet sobre actividad física, publicada en 2021, los Juegos podrían trabajar durante muchos años con los gobiernos anfitriones para introducir iniciativas comunitarias para fomentar la actividad física. París 2024, en asociación con el Ministerio de Educación Nacional y Juventud de Francia y la Agencia Nacional de Deportes de Francia, tiene un plan que fomenta la introducción de 30 minutos de actividad física diaria en las escuelas de toda Francia. Queda por ver si la iniciativa tendrá un impacto duradero en las tasas de actividad física.

El propio acto de organizar los Juegos también ha llamado la atención. Los informes de los medios de comunicación han documentado cómo el gobierno francés proporcionó autobuses para sacar a las personas sin hogar de París antes de la ceremonia de apertura olímpica, lo que no se ajusta en absoluto a la promesa de los Juegos de “fortalecer el apoyo a los refugiados y las poblaciones afectadas por el desplazamiento”. El análisis de los Juegos Olímpicos pasados ha concluido que la retórica de la sostenibilidad tiene poca relación con los resultados. Las primeras conversaciones sobre unos Juegos neutrales en carbono se han abandonado discretamente. París 2024 ahora apunta a un gasto de carbono de alrededor de 1,5 millones de toneladas de equivalentes de CO2, que es aproximadamente la mitad de las emisiones de los Juegos de Londres y Río. Se han hecho esfuerzos para reducir las nuevas construcciones, pero no se puede evitar el impacto de miles de espectadores y participantes que vuelan alrededor del mundo para los Juegos.

El organismo de control climático Carbon Market Watch ha dicho que a pesar de las promesas de una transformación verde, los Juegos han proporcionado solo una mejora marginal. Varios atletas han luchado con las altas temperaturas en Francia (los competidores de vela han recurrido a usar chalecos de hielo), que los análisis muestran que no habrían sido tan extremas sin el calentamiento global causado por el hombre.

Estas críticas no tienen como objetivo socavar los logros de los atletas olímpicos ni la alegría que brindan a los muchos millones de espectadores en todo el mundo. Pero los Juegos Olímpicos hacen mucho hincapié en sus valores: “El olimpismo es una filosofía de vida que pone el deporte al servicio de la humanidad”. Si el COI insiste en hacer promesas elevadas sobre el legado social, sanitario y medioambiental de los Juegos, debe hacer algo más que simplemente contar historias de responsabilidad corporativa. Para empezar, debería abandonar sus asociaciones miopes e hipócritas con empresas que permiten un gran daño a la salud y el bienestar.

The Lancet

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